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Compañero del alma


Cuerpo vivido
by Agustín Serrano de Haro (ed.)
Madrid: Ediciones Encuentro, 2010

Reviewed by María G. Navarro

Agustín Serrano de Haro edita y presenta en el volumen colectivo Cuerpo vivido una selección de textos memorables en torno a lo que en 1925 fue denominado programáticamente por Ortega y Gasset una “topografía de nuestra intimidad”.
La reflexión fenomenológica acerca del intracuerpo fue un tema que ha preocupado y preocupa de manera notoria a los filósofos cuyos trabajos reúne este colectivo: Ortega y Gasset, José Gaos, Joaquín Xirau, Leopoldo-Eulogio Palacios y Agustín Serrano de Haro. Pese a ello, tal vez no sea tan conocido de todos nosotros el hecho de que las investigaciones filosóficas acerca del cuerpo humano (siempre sentido por uno mismo y reconocido por otros de modo intransferible) resultaron ser contribuciones pioneras y anticipaciones preclaras del tema actual del cuerpo y la corporalidad.
Estos textos nos procuran esbozos de una densidad temática y finura analítica cuya verdadera dimensión y repercusión filosófica ha sido escasamente reconocida hasta el momento.
A mi modo de ver, con esta atinada selección se procura reestablecer, a un tiempo, una genealogía más certera o documentada para el actualísimo ámbito de investigación en torno a la corporalidad y, de resultas de ello, también para la naturaleza y alcance precursor de la filosofía española a tal respecto. Precisamente por ello, a mi juicio, este es uno de los aspectos más importantes de la investigación histórica cuyo fruto es la edición de Cuerpo vivido: obra que pone cuando menos sobre la pista al historiador de las ideas sobre estos análisis fenomenológicos que se adelantaron, por ejemplo, a la archifamosa categoría de carne propuesta posteriormente por Merleau-Ponty. 
Cinco estudios dispuestos según el orden cronológico componen esta obra cuya compartida vocación descriptiva lleva, en todos los casos, a tomar la proximidad de fenómenos elementales para mostrar como por mediación de su misma simpleza una hondura igualmente reconocida por todos: el cuerpo con el que andamos y nos movemos, el rostro en el que nos reconocemos y mediante el cual nos reconocen, el fenómeno de la caricia, o el complejo impacto atencional que dispara la experiencia del dolor…
El cuerpo que percibe se experimenta en la conciencia perceptora de lo ya constituido, de lo que toma conciencia; pues bien, la vocación descriptiva de estos cinco estudios magistralmente escritos consiguen dar a nuestro entendimiento un singular recorrido intelectual: reconocemos al instante la experiencia que constituye una caricia pero al leer, por poner un ejemplo, las páginas escritas por José Gaos, vamos de camino a la experiencia como por medio de una inteligencia capaz de reunir de modo tal lo que experimentamos en el cuerpo y lo que sabemos en él que llega por fin a ser preclaro e indiviso y, por ello y en un modo único, cuerpo vivido. Este ejercicio fenomenológico, preñado de atención reflexiva y de hondura descriptiva dota de unidad al volumen colectivo y hace patente la “estela de la gran renovación filosófica auspiciada por Ortega” (p. 7) en la que cabe situar a sus autores.
Ortega y Gasset dicta en 1925 una conferencia titulada “Vitalidad, alma, espíritu”. En ella se bosqueja el tema de una antropología filosófica a partir del análisis del fenómeno de la vida psíquica en conjunción con nuestro mundo exterior y corporal “que va siempre con nosotros y viene a ser como el marco dentro del cual todo nos aparece” (p. 22). Ortega para mientes en el hecho de que dentro de este marco cada cual siente su cuerpo por dentro de modo único, y en buena medida cifra en ello las raíces de nuestro propio carácter. Concluye que es la experiencia de este intracuerpo el verdadero marco en el que cada cual realiza la inversión de la atención hacia sí mismo. Este marco reflexivo encarnado en uno, este intracuerpo, concita y reúne el conjunto “de los actos íntimos de que cada cual se siente verdadero autor y protagonista” (p. 28). A partir de estas distinciones, Ortega reflexiona sobre el alma corporal y sobre el espíritu en el que aúna intelecto y voluntad. Anima en esta conferencia orteguiana la idea de que, contra la visión mecanicista, más bien habría que reivindicar la unidad y eficiencia expresiva del alma que el cuerpo absorbe con vitalidad.
En 1944 José Gaos dicta la conferencia “La caricia” en la Universidad mexicana de Nuevo León. La caricia es analizada inicialmente, por una parte, como movimiento expresivo y expresión de la mano; de la otra, en tanto sensación táctil externa del objeto acariciado. Gaos avanza mediante una bellísima descripción acerca de estas dos dimensiones del acto acariciador, en tanto movimiento expresivo de la mano y sensación del objeto acariciado, hacia una especie de reivindicación de la inocente predisposición favorable para la caricia que hay en la mano hecha por la caricia. Al hilo de una auténtica digresión en torno a los atributos del acto acariciador, de la caricia (hondura, ligereza, superficialidad, duración, fugacidad del movimiento acariciador), Gaos repara en “la interioridad material de su concavidad” (p. 66), y lo diferencia del interior tan sólo aparente de una piedra cuya fractura no dejaría al descubierto fragmentos de su interior, menos aún de su interioridad. A este respecto, subraya que la psique humana es interior, e íntima es la vida procedente de la personalidad que acoge la mano. No sólo, pues, hondura ni sólo duración o fugacidad de la mano sino evasión de intimidades, intimidad común, pudor y desvestimiento del acto acariciador de la mano y revelación espiritual o prueba sobrenatural -en el hombre mismo- de la caricia. 
En 1946, Joaquín Xirau publicó en catalán el ensayo “Presència del cos” traducido por Marta Jorba Grau en este volumen. Resistencia, instrumento, presencia, el cuerpo es seguramente nuestro y nosotros parte de él gracias a las metáforas relacionadas con los límites dentro de los cuales se nos impone el mundo, límites que reproducen el modelo de la resistencia corporal. Al mismo tiempo, Xirau nos recuerda que la única manera de dominar dichas limitaciones consiste en saber plegarse y no querer dominar, por ejemplo, su palpitación espontánea pues sólo así el cuerpo deviene un instrumento, del alma seguramente.
“El rostro y su anulación” es un estudio que Leopoldo-Eulogio Palacios publicó por vez primera en español en 1965, y que en este libro se presenta en su versión definitiva tras aparecer en diversos idiomas desde entonces. El rostro presenta al hombre en su individualidad seguramente más peculiar y manifiesta. La exquisitez con la que Palacios desengrana el misterio de que el ser humano sea una criatura con semblante es sólo comparable a la empleada para retratar el rostro parlante o “pico” (nostrum) (p. 106). “Pero como si no bastase la claridad del semblante con el destello de los ojos; como si una claridad pidiese otra aún mayor, la cabeza del hombre es un bulto parlante: habla y dice […] En esa plenitud que adquiere el semblante de los que hablan es donde encuentro el significado más puro de la palabra rostro” (p. 106). En una segunda parte, Palacios se concentra en aquellas manifestaciones en que se anula de un modo u otro el rostro: antifaz, máscaras y efigies… si bien, no hay que olvidar que “el rostro va desfigurándose cada día. Toma sus mejillas la flaccidez […]” (p. 117). Aunque “en verdad ninguna persona espiritual puede anular su rostro ni puede negarse a sí misma por medio de actos externos […]” (p. 121).
A mi modo de ver, es en la estela de esa renovación filosófica iniciada por Ortega y Gasset como hay que entender el estudio de Agustín Serrano de Haro titulado “Atención y dolor. Análisis fenomenológico”. Texto inédito, a partir del cual cabe imaginar realmente aminorado cuando no aplacado el reproche lanzado por Ortega a propósito de que aún no se hubiera bosquejado una fenomenología del dolor.
Según Agustín Serrano de Haro una fenomenología del dolor físico habría de reparar en el examen de las vivencias del dolor en su relación con el problema de la atención, y ello porque “de suyo y en general el dolor físico tiene un poder singular sobre la atención del sujeto consciente, a la que atrae o, mejor, a la que arrastra hacia el foco doloroso y a la que mantiene vuelta sobre él, doblada sobre él” (p. 124). A su análisis se dedica este último estudio, el quinto, en el que no pasa desapercibido el problema de la doble dimensión del dolor, a saber: la corporal y ontológica. “El dolor siempre está describiendo una trayectoria, por lo pronto atencional, mas también puede estar variando, ora en grado, ora en su difusión corporal, ora en su cualidad, y hasta en su propia descarga aversiva. Podríamos quizá sostener que el dolor se halla en movimiento, que en sí mismo es siempre una moción (Regung)” (p. 136).
El hecho de que el dolor pueda llegar a absorber la atención misma “como si éste la invadiese, no va acompañada de una complejidad intrínseca de lo vivido, de la dolencia como tal” (p. 160). De ahí que este estudio se centre en el examen de la relación entre dolor y atención. En él, su autor escudriña con minucia y una insólita capacidad descriptiva el factor atencional en la dimensión tripartita distinguida por Husserl: como foco de la atención; en tanto co-atención, circundando la experiencia primordial; y como desatención o fondo u horizonte atencional. Este estudio analiza con todo detalle cómo cada una de las dimensiones relacionadas con el factor atencional del dolor físico se cierne sobre las otras, y, como resultado de ello, consigue finalmente verter luz sobre el tema de la dimensión ontológica del dolor físico.

1 comment:

Unknown said...

Acabo de leer un artículo de Agustín Serrano de Haro, "Elementos para una ordenación fenomenológica de las experiencias aflictivas" ['Elements for a phenomenological ordering of afflictive experiences'] (Anuario Filosófico 2012 45/1, 121-144).
El artículo está formidablemente bien escrito y constituye un diálogo con tres autores: el holandés F.J.J. Buytendijk, el alemán Max Scheler y el español Miguel García-Baró.
Qué es el dolor y cuál es su localización esencial son dos de las preguntas a las que dedica su atención el autor.
"El dolor del cuerpo tiende a con-tristar el ánimo, a con-turbar el espíritu, a desazonar al yo, y esta tesis reviste cierto valor genérico, con independencia de los tipos de dolores, la gravedad de las posibles patologías aparejadas y las variaciones también del carácter y la personalidad del afectado. La ley correlativa e inversa sostendría entonces que toda pena tiene, por su parte, cierta repercusión somática, que ella llega hasta el sufriente con una cierta somatización. Las noticias que anuncian la pena o la percepción directa de la situación aflictiva tienden así a descomponer la presencia corporal y la compostura del cuerpo, más allá incluso del gesto y de la expresión, como si zarandearan también al cuerpo, como si el dolor espiritual hiciera ahora con-dolorse y con-moverse al cuerpo. De nuevo se repiten a este respecto las topografías imprecisas de la opresión en el corazón, de la flaqueza de piernas, de los nudos en el estómago o la garganta, todos los cuales pueden desplegarse en la gama completa de la penalidad corporal (molestias, sentimiento común indigente, dolor físico)." (p. 133).
Te animo a disfrutar de su lectura y riguroso análisis fenomenológico, atento lector.