Trucos del oficio de investigador. Casos
prácticos de investigación social by Daniel Guinea-Martin (coord.) Barcelona: Editorial Gedisa, 2012
Reviewed by María G. Navarro
Trucos
del oficio de investigador es un libro coordinado por Daniel Guinea-Martin, y en el que colaboran
doce investigadores. ¿Se pueden encontrar respuestas regladas sobre el oficio y
la tarea de investigar? Todos nosotros sabemos —tal vez con hartazgo—, que es
un debate permanente cuestionar si la virtud se puede enseñar. Recordamos por
ejemplo que Sócrates repetía obsesivamente esta pregunta a cualquier ciudadano
ateniense. ¿Qué es la virtud? ¿En qué se cifra la virtud del médico? ¿Cuál es
la virtud del poeta? ¿Estás seguro de que lo sabes? ¿En qué consiste realizar
tu oficio con virtud? Sí, es cierto, Sócrates rumiaba sin cesar lo mismo, y con esto
basta para acordarse de la tarea de Sócrates; su virtud era tal que todos nos
acordarnos de su pericia siglos después.
Seguro
que nos suena la pregunta de si se puede aprender a ser un investigador
virtuoso pero lo cierto es que, en cierto modo, su formulación es recursiva en
el ámbito del monólogo interior. No hay nada de extraño en ello si pensamos que
la necesidad de aprender no es equiparable a la de enseñar. Muchos aspectos
relacionados con la tarea de investigar e incluso con la hipotética
satisfacción final de saber cómo ser un buen investigador se atesoran con recelo.
Conocemos a investigadores de multitud de países, estamos informados sobre el
resultado de investigaciones en curso, distinguimos qué nos interesa investigar
y por qué… pero ese conocimiento no nos garantiza saber absolutamente nada
sobre las técnicas, los procedimientos, las estrategias, y los trucos que hacen
de la tarea de investigar un oficio que se puede aprender y enseñar. Trucos
del oficio de investigador satisface esta demanda: responde a la necesidad
de aprender a buscar (regladamente) los trucos de un oficio. ¿Cómo lo consigue,
cuál es su truco?
Las
secciones que dividen al libro son el resultado de distinguir dos operaciones
cognitivas básicas: primero conoce las herramientas, después ponte manos a la
obra. Acostumbrados a lemas de apariencia menos trivial (“primero aprende la
teoría y luego dedícate a la práctica”, y también “primero acumula toda la
información, luego haz algo con ella”), la composición de las secciones que
dividen al libro desmienten la consistencia de archifamosas y estériles divisiones
apelando a una poderosa metáfora sobre la cognición en la que ésta se presenta
como (una acción) continua. A mi modo de ver este es el primer acierto.
El
libro coordinado por Guinea-Martin elige una trama y una distribución de los
capítulos siguiendo un criterio basado en una teoría cognitiva sobre el aprendizaje
y la racionalidad ecológica. Todos sabemos que no es únicamente el infatigable
obrero de la construcción quien busca con impacientes gestos en su particular
caja de herramientas antes de disponerse a hacer su tarea, también lo hacen el
arquitecto, el ebanista, el niño entregado al juego y el investigador social. Pero
¿cuáles son nuestras herramientas?
La
primera parte del libro responde a la pregunta de cuál es “La caja de
herramientas básicas” (pp. 29-109). En ella presentan sus respectivas respuestas
Marisa González de Oleaga, Javier Rodríguez Martínez, Teresa Jurado Guerrero, y
Daniel Guinea-Martin y Rosa Gómez-Redondo. González de Oleaga ofrece un retrato
de la escritura y la lectura como dos actividades articuladas y recursivas,
propone ejercicios para que el lector explore por sí mismo cuáles son las
herramientas que utiliza y con las que puede llegar a ser cada vez mejor (y
distinto) al leer y al escribir, y nos alerta sobre los peligros de la
extendida variable de la lectura como “estrategia del cazador” (busca tu presa
en el texto y desentiéndete del resto). Rodríguez Martínez ofrece una
interpretación de un texto clásico. La actividad cognitiva de interpretar es
otra herramienta de la que disponemos en esa caja común gracias a la existencia
de textos clásicos y al hecho de que las ciencias son pluri-paradigmáticas.
“Los clásicos ejercen la labor de identificar esos paradigmas dotando al
ecosistema sociológico de su característica diversidad” (p. 64). Si el capítulo
anterior firmado por De Oleaga nos explica por qué (y en qué casos) escribir es
una herramienta científica, este otro nos ofrece un ejemplo práctico de
interpretación (reglada) de dos textos clásicos de Durkheim y Descartes. Jurado
Guerrero explica con más detalle cuál es la tercera herramienta de nuestra
caja, a saber: la literatura académica y las diversas fuentes de información
empírica. Jurado aporta las razones que justifican que, en cierto modo, pueda
decirse que el investigador produce su propia obra mientras procesa
información. Distingue y analiza las características de esa información cuando
procede de bases bibliográficas de varios tipos y los datos estadísticos, en
particular en el caso de registros administrativos y encuestas, y llama la
atención sobre el frecuentemente olvidado efecto que tienen sobre los datos los
propios agentes productores. Guinea-Martin y Gómez-Redondo son co-autores del
último capítulo de esta primera parte del libro. En él informan sobre los
requisitos que debe cumplir un proyecto de investigación cuando su objetivo es
conseguir financiación a cargo del Plan Nacional de Investigación del estado
español. En este último capítulo se ponen a prueba las herramientas colectivas
a las que se ha aludido anteriormente y se especifica cómo utilizarlas para
componer las distintas fases de la memoria científica de un proyecto de
investigación presentado en una convocatoria cuyos criterios y procesos de
evaluación describen con detalle.
Estos
cuatro capítulos nos ofrecen una taxonomía completa acerca de cómo hacer de
operaciones cognitivas básicas como leer y escribir dos herramientas
fundamentales, recursivas y de ilimitado potencial si las conjugamos con las
distintas fuentes de las que emanan no sólo datos, registros e informaciones
sino conocimientos, interpretaciones, creencias, teorías, o paradigmas. El
mismo libro avanza sus dos últimas partes. En una primera se nos llama “Manos a
la obra con datos cuantitativos” (pp. 133-196); en la tercera y última nos
siguen interpelando así: “Manos a la obra con datos cualitativos” (pp.
197-285). ¿Cuáles son los trucos para ponernos manos a la obra?
“Manos
a la obra con datos cuantitativos” está compuesto por tres artículos firmados
por Leire Salazar, Héctor Cebolla Boado y María Miyar. Los tres autores parecen
estar de acuerdo con la afirmación de Cebolla Boado según la cual la literatura
puramente cualitativa limita la validez externa de sus conclusiones pero sin
olvidar que “acumular mucha validez interna (…) permite identificar con
precisión mecanismos causales y explicar regularidades en el detalle, lo que
resulta de una utilidad indudable, incluso aunque no provea de legitimidad para
generalizar las mismas” (p. 158).
Con el
objetivo de responder cuál es el efecto previsto de la ideología sobre los
gastos que se destinan a educación pública, Salazar plantea varias estrategias
para ensamblar argumentos teóricos y evidencia empírica de dos disciplinas
independientes (la economía política y la sociología de la estructura social).
Para falsar las tres hipótesis que Salazar formula relativas al efecto de la
desigualdad económica sobre el gasto en los distintos niveles educativos, y con
el objetivo de poder contrastarlas empíricamente, la investigadora no tiene
otra opción que la de construir una matriz de datos original a partir de
distintas fuentes. El artículo explica con todo detalle cómo realizó esa búsqueda
de datos y cuál fue la descripción de las variables. Boado nos explica por qué
la investigación sociológica sobre educación adolece de una escasez de datos
debida, en parte, a la descentralización del sistema educativo español. Los
llamados condicionamientos primarios del rendimiento escolar (notas, test,
resultados en algunas materias, etc.) dan idea de hasta qué punto las variables
dependientes se reducen a la evolución cronológica de la experiencia de la
educación. ¿Cómo analizar en estas condiciones la desventaja educativa de los
ciudadanos inmigrantes escolarizados? ¿Cómo mensurar por ejemplo esa merma del
capital humano que los individuos acumulan si se pierde cuando cambia el
contexto en el que se adquiere y tiene utilidad? Cebolla Boado utiliza los
datos del estudio PISA sobre competencias escolares para resolver esos
problemas, explora los datos y presente sus resultados y las características de
la muestra de manera comprensiva. Miyar presenta una investigación basada en el
análisis de las limitaciones y ventajas de los registros administrativos como
fuente de datos. ¿Se consigue minimizar el sesgo muestral en razón de la
magnitud de la muestra? ¿Cómo se deben manejar datos procedentes de registros
administrativos? ¿Cómo se puede “depurar toda intervención que proceda del
aparato de medida en la interpretación de la evidencia empírica utilizada”? (p.
196).
“Manos
a la obra con datos cualitativos” vuelve a dar idea del cuidado con el que se
han establecido ciertas proporciones en este libro. De nuevo, son tres el
número de artículos que localizan y dan idea de los aspectos cualitativos en
una investigación. Para ponernos manos a la obra con datos cualitativos se
seleccionan tres aproximaciones. Estas no son otras que las que encontramos, en
primer lugar, en el trabajo del equipo formado por Juan Jesús González, Raquel
Rodríguez y Antón R. Castromil. ¿Cómo se puede analizar la influencia que
ejercen los medios de comunicación no ya sobre las opiniones sino sobre los
criterios que los votantes utilizan para juzgar a los políticos? El editor del
libro llama la atención sobre el hecho de que “nunca antes se había diseñado un
estudio longitudinal con grupos de discusión; es decir, un estudio en el que
los mismos grupos son entrevistados antes y después de un hecho de interés (…)”
(p.24). Los autores presentan dos conceptos básicos para distinguir y evaluar
la influencia de los medios sobre el voto: los encuadres mediáticos y su
transformación en opiniones encuadradas. Este capítulo supone una contribución
de un extraordinario valor a los estudios sobre persuasión. Ofrecer una
caracterización secuencial y consistente sobre el origen y desarrollo de los
conceptos de agenda política, temática, y personal; analiza el encuadramiento
de los mensajes (tanto del episódico como del temático) y sus tres elementos
constituyentes (diagnóstico, pronóstico y motivación), y presenta un caso de
estudio dinámico de encuadres.
Emmanuel
Lizano se pone manos a la obra con los aspectos cualitativos de la
investigación en un trabajo realmente interesante centrado en el análisis de
las metáforas utilizadas con fines ideológicos y retóricos en los discursos
expertos sobre la crisis económica de los últimos años. La centralidad de la
retórica en la construcción de ideología no se limita al caso estudiado en este
artículo, puesto que su autor propone un auténtico programa de investigación en
torno al uso de las metáforas que puede utilizarse en este y en otros muchos
casos. “El recurso de la metáfora sitúa el discurso en un registro donde la imputación
de verdad o de mentira queda huérfana de sentido” (p.229). Metáforas de
naturalización que dan lugar a una percepción de la crisis como si fuese un
fenómeno de la naturaleza, metáforas médicas que nos presentan el sistema
económico como un paciente, y metáforas de fetichización que dotan a las
entidades económicas de vida propia son parte de la clasificación que Lizano
propone en este artículo sobre discursos expertos y neo-fetichismo
moderno. A esta primera cala discursiva le sigue un apéndice donde esboza una
auténtica metodología para analizar en clave socio-metafórica. La
clasificación, jerarquización metafórica, genealogía y circulación que
establece pueden tomarse como un auténtico programa de investigación para
analizar toda clase de análisis de discursos.
En un
ejercicio de honestidad intelectual similar al que inspiró su artículo firmado
con Rosa Gómez-Redondo, Guinea-Martin firma el último capítulo narrando el
proceso de revisión de un artículo propio. El autor muestra las limitaciones de
una versión inicial, enumera y comenta la evaluación que dicho artículo recibió
y hace un auténtico ejercicio de autocrítica con el que consigue interpretar en
clave de consejos la evaluación recibida y, como resultado de este trabajo,
reelabora las piezas en un nuevo artículo. El capítulo reconstruye dicho
proceso ofreciendo la información necesaria para que el lector pueda distinguir
cada una de las fases de reescritura y composición del artículo, y para que
pueda extraer de este caso un ejemplo valioso para la composición de cualquier
artículo científico.
Trucos
del oficio de investigador cubre con una consistencia inusitada un espectro de problemas amplio relacionado
con el oficio y la profesión de investigador. La composición de todos y cada
uno de los capítulos que lo integran hacen de él un libro que se puede leer
persiguiendo fines distintos: aprender casi todo acerca de un oficio que
siempre guarda sorpresas en la experiencia individual; resolver dudas
puntuales y concretas; o bien, simplemente, disfrutar con la lectura de
trabajos de investigación autónomos, que ejercerán con seguridad un impacto en
sus respectivas disciplinas y áreas de conocimiento.
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