Teorías del juicio
by Gaetano Chiurazzi
Madrid: Plaza y
Valdés, 2008
Reviewed by María G. Navarro
La tesis que plantea Gaetano Chiurazzi en Teorías del
juicio llamará la atención del lector interesado tanto en las cuestiones
filosóficas esenciales como en su dilucidación y exposición en el curso de la
historia. El profesor de hermenéutica filosófica en la Universidad de Turín plantea el
análisis del discurso apofántico que, desde la filosofía aristotélica, se
distingue por estar formado por proposiciones en las que, por medio de la
función atributiva, se expresa la relación predicativa «S es P».
Reparar en la idea de que la reflexión filosófica no puede
eludir el problema de la naturaleza del discurso apofántico, ya sea desde
disciplinas como la metafísica, la ontología o la teoría del conocimiento es ya
una cuestión fundamental, por lo que, como consecuencia de ello, no le ha
resultado difícil a su autor presentarla como hilo conductor de algunos de los
más afamados problemas especulativos de la filosofía occidental. Para muestra
un botón: junto al problema del juicio puede hallarse una línea discursiva que atraviesa
la historia de la filosofía si atendemos, por ejemplo, a su definición más
convencional según la cual de éste cabe decir si es verdadero o falso.
Igualmente, una vez planteada la dimensión lógica del
juicio, nos podríamos formular la pregunta acerca de qué comprendemos realmente
a través del juicio, es decir, qué comprendemos a partir de las proposiciones
con una dimensión apofántica. Esto último nos llevará a embarcarnos en la
dilucidación lógica acerca de si es realmente el juicio un enunciado o si, por
el contrario, representa más bien un acto complejo por medio del cual se
efectúa una suerte de síntesis entre varias representaciones.
Todas estas cuestiones podrían derivar en otras tanto más
complejas relacionadas, por ejemplo, con el asunto de la significación, con
cómo acontece la significación, si es a partir de elementos simples o de la
síntesis o relación que media entre ellos a partir del juicio «S es P».
Sin embargo, a pesar del calado filosófico de todas estas
preguntas archifamosas en la historia de la filosofía, a las distintas
concepciones en torno a la naturaleza del juicio ha querido sumar el autor una
perspectiva histórica, de modo que, finalmente, la filosofía de Aristóteles,
Kant, Hegel, Husserl y Heidegger sirven de guía en este libro para presentar
las distintas teorías del juicio.
Esta orientación histórica no es gratuita sino que se lleva
a cabo a partir de una hipótesis de partida, a saber, la de que cualquier
teoría del juicio habría de llevar, en virtud de la pregunta por el significado
y la función de la cópula, desde la lógica hasta la ontología: dándose el caso de
que el sentido del ser podría abordarse, en esta última, a la luz del
significado profundo del tiempo.
Teorías del juicio es un libro de filosofía y de
historia de la filosofía con una trama honesta en la que el autor retoma con
soltura aspectos del pensamiento filosófico de autores como Aristóteles, Kant,
Hegel, Husserl y Heidegger con objeto de describir el diálogo existente entre
las diversas concepciones del juicio; pero sin renunciar por ello a bosquejar,
por ejemplo, las contradicciones, omisiones y retornos inevitables a la teoría
del juicio aristotélica.
La trama es particularmente acertada en lo tocante a la
elección de los pensadores. Con ella se da lugar a un panorama sobrio y bien
justificado en torno al conjunto de dilemas, aporías y problemas filosóficos
derivados de las distintas teorías del juicio. A este procedimiento expositivo se
le suma la claridad del planteamiento y el dinamismo conceptual derivados de la
capacidad de Chiurazzi para limitarse celosamente al retrato de los distintos
modelos. Retrato difícil de efectuar si, atendiendo a las interpretaciones,
aclaraciones e insinuaciones teóricas efectuadas con toda llaneza por el autor,
nos percatamos de que las diferentes teorías del juicio son, a su vez,
expresión fundamental del pensamiento de dichos autores: todo un punto de
partida cuando no de llegada en sus filosofías. Por todo ello, puede decirse que
lo retratado es finalmente expresión de una semblanza de Aristóteles, Kant,
Hegel, Husserl y Heidegger.
Este libro no es sólo una esplendida introducción a las más
destacadas teorías del juicio sino expresión y desarrollo sintético de una de
las tesis más complejas del pensamiento aristotélico según la cual: “La única función
del verbo “ser”, que parece menos verbo que los otros pero en el fondo
representa la quintaesencia del verbo, es la de “significar además” (prossemaínein) el tiempo y la síntesis.
¿Se trata de dos funciones distintas? ¿Y, si es así, cuál de las dos es más
fundamental? Aristóteles no da una respuesta precisa a esta pregunta, pero
indudablemente esta coexistencia de dos funciones en un mismo lexema es algo
que por una parte complica aún más su significado y por la otra constituye una
apertura problemática en la que se introducen sobre todo las reflexiones
kantianas y heideggerianas sobre el juicio” (p. 39).
Esta es la tesis más desatacada que sostiene su autor. Por
lo pronto, puede decirse que el autor de este libro sostiene que por medio de
la predicación nos referimos de algún modo al tiempo, más aún, “co-significamos
el tiempo” no sólo por referirnos a algo que es en medio del tiempo sino porque
la medida (el criterio para dilucidar su verdad, según sostiene el autor) está
ciertamente en el tiempo.
Para desentrañar las implicaciones de esta última
proposición, Gaetano Chiurazzi apela a la noción leibniziana de inesse cuando esta indica la pertenencia
de un predicado a un sujeto por estar incluido o implicado en aquel. No
entraremos aquí en disquisiciones de calado sobre si Leibniz afirma de hecho
que el predicado está comprendido en el sujeto bien que virtualmente, dándose el caso de que el predicado ya no estaría sin
más implicado en el sujeto sino que habría de estarlo virtualmente…
Si no se entrega uno a más complejas distinciones, como se
sabe, la conocida variación sobre el leibniziano tema reza, de hecho, que para
Leibniz todas las verdades se pueden reconducir a verdades más primitivas hasta
el punto de verlas reducidas a predicaciones de identidad; excepción hecha de
las verdades contingentes, en las cuales la conexión entre el sujeto y el
predicado no es necesaria. Pues bien, en este punto, el pensamiento lebniziano
y el aristotélico pueden entenderse (peri
hermeneias) como indagaciones y
expresiones de lo que está en el tiempo y de lo que concebimos adoleciendo de
tiempo o en ausencia de tiempo, por ejemplo, en el caso de las verdades de
razón.
Precisamente, esta es la tesis más interesante del libro; en
la traducción de José Vidal, su autor lo expresa del modo siguiente: “El hypárchein aristotélico, a través de las
mediaciones de la noción de inesse y
su inscripción en su trasfondo teológico (un trasfondo de infinitud posible, desconocido por Aristóteles), se ha transformado
así en una relación analítica de inclusión del predicado en el sujeto, y por
último en una relación de identidad, llevando a uno de los resultados más
radicales del racionalismo del siglo XVII, cuyos efectos alcanzan hasta Hegel:
la equiparación de las verdades contingentes con las necesarias […]” (p. 48).
Parece entonces claro que, según la interpretación hegeliana
de Aristóteles, habría en la noción de hypárchein
una alusión implícita a lo que se nos muestra discretamente en contraposición a la manifestación evidente de algo
y, por ello, luminosa y sin sombras; pues esta última, también conocida como parousía, no anda como la primera
renqueante frente a la tarea irresoluble del concepto, sino que es
manifestación plena.
Sin embargo, no hay que olvidar que la cuestión que hemos
dejado en suspenso es la del tiempo: ¿no son estas archifamosas metáforas
hegelianas, y aun las heideggerianas, una elucubración espléndida desde el
punto de vista metafórico y filosófico pero, al cabo, indolente ante el problema acuciante al que aludía
con serenidad Aristóteles cuando afirmaba que con la predicación
“co-significamos el tiempo” no sólo por referirnos a algo que es en medio del
tiempo sino porque la medida está ciertamente en el tiempo?
A mi modo de ver, el libro de Chiurazzi cuestiona
implícitamente el hecho de que tal vez hayamos salvado parte de la ya
mencionada transformación o, para decirlo mejor, el mal entendido respecto al
pensamiento de Aristóteles cuando se vuelve a pensar esa co-significación del
tiempo a la luz de la historicidad de la comprensión. Pero lo cierto es que sostener
que el criterio para dilucidar la verdad de la predicación se halla en el
tiempo, habría de conducirnos a una indagación más precisa sobre el Organon aristotélico.
Eso sí, se haría bien, en mi opinión, dejando a un lado las
metáforas hegelianas sobre las formas de existencia que rehúyen la luz por no
resolverse totalmente en concepto e igualmente recomendable habría de ser hacer
lo posible por no confundir el problema de las predicaciones posibles (tema
sobre el que versa las Categorías) con la pregunta kantiana en torno a la
naturaleza de su cognoscibilidad, pues se desbroza con ello la variación sobre
un mismo tema, a saber, el de la predicación apofántica, la cual no versa sobre
sujeto sustancial alguno sino sobre el sujeto lógico de la predicación que, al
unísono, co-significa (algo en) el tiempo y algo sobre el tiempo.
Tiempo, tiempo que se realiza en el proceso del saber, al
que se recurre hegelianamente cuando en el juicio se observa una división
radical subyacente al juicio. Gaetano Chiurazzi rescata una de las más certeras
expresiones para referirse a esta no tan soterrada teoría del juicio que debemos
a Hegel: “La cópula no es algo pensado, algo conocido, sino que expresa el
no-ser-conocido de la razón. Lo que aparece y se da en la conciencia es sólo el
producto, en cuanto miembro de la oposición, sujeto y predicado, y sólo éstos
son puestos en la forma del juicio, no en su unidad como objetos del pensar”
(G.W.F. Hegel, Glauben und Wissen, en
Jenaer Schriften 1801-1807, Frankfurt:
Suhrkamp, 1986. Edición en español de V. Serrano, Fe y saber, Madrid: Biblioteca Nueva, 2000, p. 69). Este es el tiempo
en el que queda integrada la historia como sujeto. Historia como sujeto que
otorga una nueva conexión entre los juicios pero realmente sin fungir de
concepción aristotélica de los enunciados apofánticos con los que
“co-significamos el tiempo”.
Tiempo vedado por el subjetivismo, identificado con la razón
y la evidencia y que encuentra su justificación en una determinada
interpretación de la lógica apofántica de Aristóteles según la cual el juicio
es una forma de enunciación fundamental.
Las Investigaciones
lógicas de Husserl suponen una teoría del juicio particularmente diferente
a este respecto pero habría que aclarar que, de ser así, ni lo es por su
propuesta de una morfología pura de los significados, es decir, por la
indagación acerca de la mera posibilidad de los juicios, ni por sus
depuradísimas y siempre ágiles excursiones hacia una lógica de la consecuencia
lógica, sino por su propuesta de una lógica de la verdad cuyo aliciente es el
mismo tránsito hacia las verdades que se pretenden alcanzar ya que juzgar es
siempre conceder a algo el valor de ser.
Por tanto, a la
lógica apofántica y, por extensión, a cualquier teoría del juicio, le precede
la experiencia antepredicativa ya que, según, Husserl, los sustratos
originarios son individuos, por lo que todo juicio imaginable guarda en última
instancia una relación con objetivos individuales. No obstante la concesión
husserliana sobre el verdadero origen individual del juicio, la concepción del
juicio que de aquí se desprende vuelve a radicar en una representación que
encierra una imagen según la cual lo compuesto se forma a partir de elementos o
individuos. De la lógica del juicio a la lógica de la experiencia, o sea, la
lógica de la percepción, y de esta a una concepción o teoría del juicio según
la cual ningún juicio puede ser definitivo.
La pregunta que cabe plantear al autor es, precisamente, la
de qué papel juega el tiempo en esa morfología
del sentido a la que ya el propio Chiurazzi se refiere como investigación
“no acerca de los contenidos del juicio sino acerca de su forma, de su
sintaxis” (p. 153), porque: ¿qué forma de temporalidad y qué límite o criterio
hallamos en la teoría heideggeriana del juicio según la cual, finalmente, la
ontología encontraría su condición de posibilidad en el modelo de la
temporalidad del Ser-ahí?
Tal vez por ello, pueda decirse que este libro termina justo
en el principio de otra investigación; seguramente su autor sea perfectamente
consciente de ello cuando titula el último capítulo “Antes del juicio. El “inesse” como “existir”: Heidegger y el a priori del tiempo” (pp. 141-153).
1 comment:
Hay dos trabajos muy interesantes de Gaetano Chiurazzi cuya lectura recomiendo porque además son capítulos de dos libros realmente interesantes: 'The Condition of Hermeneutics: The Implicative Structure of Understanding' (en "Consequences of Hermeneutics", editado por Jeff Malpas y Santiago Zabala, Northwestern University Press, 2010, pp. 244-258) y 'La Phronêsis comme rationalité diagonale: Entre universalime et relativisme' (en "Hermeneutic Rationality", editado por Maria Luísa Portocarrero, Luis António Umbelino y Andrzej Wiercinski, Berlin: LIT Verlag, 2012, pp. 97-112).
El primer libro contiene trabajos realmente notables de James Risser, Nicholas Davey, Hans-Helmuth Gander, Jeff Malpas, Georgia Warnke o Santiago Zabala (entre otros; cito de memoria).
Del segundo libro me han gustado muchísimo los trabajos de Paul Healy, (de nuevo) Nicholas Davey, Jesús Conill Sancho y Richard Kearney.
Espero poder terminar de escribir en algún momento una reseña que me han pedido sobre este último libro. Entre tanto, querido lector, comparto contigo esta primera impresión sobre contribuciones realmente sobresalientes que hallarás en dos libros que contienen el trabajo de 46 personas... Libros sobre nuestras mesas... y libros dentro de nuestros libros; ellos nos invitan a entrar y a salir. Buenas noches.
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