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Pasado, presente y futuro de la guerra


Guerra y filosofía. Concepciones de la Guerra en la Historia del Pensamiento
by José García Caneiro y Francisco Javier Vidarte
Valencia: Tirant lo blanch, 2002

Reviewed by María G. Navarro

La guerra: historia de una complicidad teórica

Los autores de esta obra dedicada a la compilación y comentario de las concepciones de la guerra existentes en nuestra historia de la filosofía son conscientes de que ninguna filosofía podría dar una definición de qué sea la guerra, cuáles sean sus causas, sus justificaciones o bajo qué concepción de la naturaleza humana cabe explicar este fenómeno o cuál sea el papel jugado por los Estados sin que, para ello, ponga la filosofía en juego todas las dimensiones que la componen: desde la política, la metafísica, la ética, el derecho, etc. presentes en su devenir histórico. Esto es lo mismo que decir que la filosofía sólo puede dar una respuesta compleja y plural a la pregunta acerca de qué sea la guerra y de cómo llega a producirse ésta. Complejidad y pluralidad que hacen aconsejable un seguimiento histórico de las concepciones mismas de la guerra, y aunque no esté en boga hacer uso de este tipo de seguimientos que examinan, implícitamente, a la filosofía en su historia misma, qué duda cabe, por otra parte –y vaya ello en defensa de esta inteligente compilación–, de que también estamos hoy día recuperados de esa visión peyorativa de la historia, precisamente porque la pluralidad y complejidad de los planteamientos o concepciones de este fenómeno han de ser estudiados en el conjunto de la historia o historias: un futuro pasado, como diría Reinhart Koselleck, a cuyo examen estamos todos convocados.
Los autores confiesan en la última sección del capítulo con que se cierra el libro que su escritura se ve sobresaltada por el atentado criminal perpetrado contra las Torres Gemelas y el Pentágono –añadiremos también aquí el avión que cayó sobre los campos de Pittsburgh– en Estados Unidos. Sobresalto al que se une hoy el horror vivido este mismo mes en la capital del Estado español. Los autores de este libro dedican el último capítulo a la concepción de la guerra en la era de la globalización, capítulo en el que no se da cuenta de la concepción sobre la guerra en el pensamiento de un autor en particular sino que ofrece un análisis del terrorismo donde los autores tienen una voz más propia; es de justicia, pues, ofrecer aquí un escueto avance al lector. En este capítulo, más breve de lo que seguramente habrían deseado, aunque en consonancia con la capitulación precedente, se afirma que el terrorismo, nómada y cuya forma de territorialización sería la desterritorialización misma, es una especie de suplemento de la política con que se conoce a la guerra desde que Carl von Clausewitz expusiera su famosa teoría de la guerra como política del Estado proseguida por otros medios y comparara, tanto la una como la otra, con el mero comercio: un conflicto de intereses y actividades humanas. Sabido es de todos que era así como se ideaba en El concepto de lo político de Carl Schmitt uno de los marcos de legitimación que, a raíz de la supeditación de la guerra a la acción racional de la política, más horror ha causado en nuestro Occidente. Este suplemento a la guerra es analizado en el contexto histórico de integración del mundo en un sistema único de autoridad centrado en la supremacía de las democracias neoliberales occidentales y al que se añade –una vez más la maldad de los planteamientos de Schmitt no conoce fecha de caducidad– la idea de que el Estado se establece a través de una decisión constitutiva, la de agrupar a un pueblo en torno a un contenido fundamental y conducirlo a la lucha contra un enemigo.
¿Es el terrorismo la forma que adoptarán las guerras futuras? Desgarrará al atento lector encontrar que la justificación ideológica o mejor estratégica de la guerra que, de contestar afirmativamente, estaríamos viviendo, se encuentra, en gran medida, en muchas de las obras de nuestra historia de la filosofía. No es, en absoluto, intención de los autores establecer dicha tesis, por lo que apuntarla aquí va más allá del cometido que tiene asignado para sí una reseña, pero la circunstancia de estos atentados reconduce la lectura de este libro hacia horizontes nuevos, en ellos la pregunta indicada arriba nos asaltará de inmediato. ¿Qué decir pues, a día de hoy, de algunas de las aportaciones sobre la naturaleza de la guerra y su gesta de autores como el citado Schmitt (“El enemigo político no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo; no hace falta que se erija en competidor económico e incluso puede tener sus ventajas hacer negocios con él. Simplemente es el otro, el extraño […] El concepto de lo político”) o de Friedrich Hegel para quien la guerra comporta un momento ético insustituible por cuanto procura la cohesión interna y erradica las luchas intestinas, qué decir, pues, junto a Gilles Deleuze ([…] La máquina de guerra se ha responsabilizado de la finalidad, del orden mundial, y los Estados ya son sólo objetos o medios apropiados a esta nueva máquina” Mil mesetas) y qué decir, en fin, del significado que hubieran de cobrar las afirmaciones del mismo Agustín de Hipona (“Hay algunas excepciones, sin embargo, a la prohibición de no matar, señaladas por la misma autoridad divina. En estas excepciones quedan comprendidas tanto una ley promulgada por Dios de dar muerte, como la orden expresa dada temporalmente a una persona […] De ahí que no quebrantaron, ni mucho menos, el precepto de no matarás los hombres que, movidos por Dios, han llevado a cabo guerras” La ciudad de Dios)? Sirva todo esto para mostrar que en nuestro legado histórico se ha hecho y dicho ya casi todo sobre el horror de la violencia. En muchas ocasiones se han referido los filósofos a la afirmación kantiana de que en el interior de la filosofía se jugaba una batalla constante, la pregunta que este libro no llega a formular es cuál o cuáles son las guerras que ha propiciado ésta. Si bien es cierto se indica en la breve nota biográfica que encabeza cada uno de los comentarios y el elenco de textos a través de los que se analiza el pensamiento de los filósofos seleccionados cuándo existen visos flagrantes de complicidad teórica entre pensamiento y acción política, ello no obsta que la pregunta acerca de la posible violencia de determinada metafísica siga siendo contumaz para unos e indiscreta para otros. Se echa en falta al cabo algún capítulo dedicado a Wilhelm Leibniz o Martin Heidegger.
Hasta aquí en lo que hace a algunos de los desafíos ante los que se encontrará el lector de este libro. Pondrá punto y final un rápido análisis de los fundamentos y aproximaciones más clásicas a la hora de diseccionar el fenómeno de la guerra y sobre los que escriben velozmente los autores en su introducción y preámbulo: sobre ellas se hacen pivotar tanto las condiciones teóricas más elementales de aproximación al fenómeno de la guerra, cuanto el valor de los momentos de inflexión de las condiciones discursivas sobre las que debía pivotar todo análisis acerca de la guerra. A este respecto considérense, por ejemplo, las reclamas de Saint Pierre y más tarde de Inmanuel Kant, sobre la necesidad de una confederación de Estados que colocara en una situación de dependencia recíproca a los Estados miembro y, por tanto, la proclama pacifista que toda reflexión sobre la guerra habría de albergar en su seno o más aún, y por dar otro ejemplo, el planteamiento, a mi juicio, eminentemente pragmático de José Ortega y Gasset y la búsqueda de aquellas formas de funcionalidad a cuyo servicio estarían dispuestas las diferentes guerras y que la idea de una paz duradera habría de restablecer y garantizar con no menos éxito, o en el caso del pensamiento de Deleuze el situar la razón de ser de la maquinaria de guerra en los procesos de destrucción de toda forma de Estado, salvo la que se apropia dicha maquinaria, y ello en un proceso de dos etapas, la primera:  mundializándose a través de los fascismos y su estado de expansión constante y luego con una forma de guerra que consiste en la disuasión, que no conoce fronteras y recorre la tierra de lado a lado… Todos estos planteamientos implican una forma de inflexión respecto a los planteamientos que buscan la razón de ser de la guerra en la naturaleza del ser humano, o en la de los grupos sociales o en la vida de las instituciones o en la interrelación entre Estados; de manera que la pregunta por la naturaleza y metafísica de la guerra se da, si acaso, en virtud de la pregunta rectora sobre sus estrategias o modos de aparición. Los primeros planteamientos sirven para establecer límites entre lo que cabe o no considerar que sea una guerra –así, por ejemplo, resuelven si hacen falta dos Estados para que se dé una guerra y no la mera violencia colectiva–, la segunda forma de planteamiento puede llevar a preguntarnos, con Jean Baudrillard, si, acaso, a diferencia de las guerras anteriores, de las guerras del futuro se pueda mostrar su propia existencia en la era de la comunicación digital.
Sea como fuere, este libro enriquece un debate necesario y deja sin respuesta a la pregunta que dirigía Albert Einstein a Sigmund Freud en su correspondencia y que aún hoy seguimos formulándonos, a saber: la de si existe algún modo de evitar los estragos de la guerra; una pregunta que no encuentra solución, tal vez porque la mediación entre la guerra y la paz no es de naturaleza dialéctica y tal vez porque pensar sobre la una no pueda, entonces, revertir en nada sobre la otra, sobre la paz.

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